Después de los planes para la semana recién pasada, que en mi mente parecían más sencillos, he superado la etapa de la yodoterapia radiactiva, también conocida como I-131.
Mi endocrinóloga me dijo que no había ninguna diferencia de dónde hacérmela, ya que el proceso es el mismo; el remedio el mismo que se distribuye desde la misma parte a las distintas clínicas que ofrecen el tratamiento, por lo que al final era cosa personal, así que elegí la Clínica Alemana (pero podría haber sido cualquiera). Me ví unos días antes con el radiólogo de medicina nuclear, Dr. Horacio Amaral, recomendado por la Dra. Campusano, que me explicó en detalle el proceso; fijamos la fecha, el horario y el Martes 26 de abril, me presenté a las 10:00 hrs.
¿En qué consiste esta terapia?
Partamos por el yodo radioactivo I-131, que es un isótopo de yodo que emite radiación y se usa para propósitos médicos.
Cuando una pequeña dosis de I-131 es tragada y absorbida por el torrente sanguíneo hacia el tracto gastrointestinal, es entonces concentrada desde la sangre por la glándula tiroides, donde comienza a destruir las células remanentes de la tiroides, en mi caso.
No se usa ningún equipo durante esta terapia, solamente se traga una dosis ya preparada, en forma de cápsula simple, calculada en base al tipo de cáncer diagnosticado, a la existencia o no de metástasis y otros factores.
Ese día estuve en ayunas dos horas antes de recibir la dosis y seguí así hasta dos horas después de haberla recibido; entiendo también que si hubiera estado tomando remedios anti tiroides, habría tenido que suspenderlos tres días antes.
El día antes, me hice exámenes de sangre para medir nis niveles hormonales y asegurarnos de que estaba en un nivel óptimo para recibir el tratamiento. La TSH, que normalmente debería tener un valor de aproximadamente 5.0 mIU/L, debía estar en un nivel de 30 mIU/L por lo menos. Mis malestares, en aumento cada día me estaban anunciando que estaba en un nivel ideal (aproximadamente a un mes de haber tenido la tiroidectomía), y para mi tranquilidad o para confirmar porqué estuve sintiendo tantos malestares, me confirman un valor de sobre 85 mIU/L, que justifican realmente mis calambres constantes, mi energía nula, traducida hasta en hacer un esfuerzo excesivo para masticar una ensalada de apio o simplemente para hablar.
Lo que no había planificado, es que durante este proceso, que sumó nuevos malestares a los que ya venía coleccionando, es que mis malestares seguirían in crescendo por la falta de hormona, todavía durante y post-terapia, hasta poder empezar a regular con un tratamiento de hormona tiroidea sintética como la levotiroxina (Eutirox), que no podría empezar hasta recién ayer en la mañana, mi soñada y ansiada primera dosis.
El proceso es muy gradual y puedo demorar días o semanas en ajustar mi dosis personal de Eutirox, pero es un alivio inmenso empezar, lo que yo llamo la ascensión desde el fondo del pozo, donde pronto espero alcanzar la superficie, mi cumbre personal.
Lejos, esta etapa ha sido la más difícil de soportar de todo el proceso vivido hasta ahora.
Es complicado recibir el diagnóstico del cáncer, enfrentarse a lo desconocido de la cirugía para remover la tiroides, pero estos días han sido los más duros de todos.
Reconozco estar mucho más desordenada en mi relato, pero se puede tomar como un retomar ideas sin orden lógico y/o un efecto secundario más del hipotiroidismo, así que tolerancia por favor.
Volviendo al efecto de la dosis recibida, se trata de que esta será capaz de destruir la glándula tiroides, y cualquier otra célula tiroidea (incluyendo las cancerosas, felizmente para los pacientes que caemos en esta categoría) que absorben yodo, con muy poco efecto en el resto del cuerpo. El principal objetivo de este tratamiento, es de destruir (hablamos de ablación), cualquier resto de tejido tiroideo que haya quedado después de la cirugía o para tratar el cáncer que se haya extendido a otras partes del cuerpo o a ganglios linfáticos, que afortunadamente no es mi caso.
A continuación espero que pasen lentamente mis larguísimos dos días en una pieza forrada de papel plástico (para hacer más fácil la labor de limpieza una vez que yo ya no esté ahí), donde principalmente miraré pasar los minutos y horas en un reloj que hay en la pared frente a mi cama de hospital, todo para no exponer a los demás de la radiación que tolerará mi cuerpo durante este proceso.
Los efectos secundarios posibles son náuseas, trastornos estomacales, tensión en el cuello, inflamación de las glándulas salivales, cambios en el gusto y sensación de sequedad en la boca. Podemos chequear todas las anteriores en mi caso, con excepción de los trastornos estomacales, para anotarme otro pequeño-gran triunfo personal. Si le sumamos el cocktail del desgano total, sueño poderoso, finalmente concluí que me sentí la mayor parte del tiempo como un ejemplar de laboratorio encerrado en una jaulita, con el stress propio de la situación.
Para eliminación eficiente del exceso de radiación del organismo, se recomienda alto consumo de agua, porque obviamente queremos eliminar las células tiroideas, no que se deposite un exceso de radiación en la vejiga, por lo que los viajes al baño ocupan parte importante de la agenda diaria, con su respectivo ritual especial para protegernos de todos los tóxicos, como lavado de manos de maníaco y tirado de cadena de tres veces luego de cada visita al baño. Al respecto puedo comentar que el olor del jabón líquido me produce en este momento una repugnancia difícil de ser superada en mi ranking privado de olores ofensivos.
Como anécdota contaré que conocí por primera vez una nueva acepción del verbo "foliar", que viene de la elegante raiz gramatical asociada al alusa-plast, o recubrimiento en folios plásticos transparentes. Al llegar a mi pieza, mi enfermera me ofreció "foliar" las cosas de uso personal que usaría más, como el teclado de mi MacBook o mi teléfono celular. Me acuerdo que me dijo, "páseme su computador antes de que la aislemos para foliárselo", para mi total asombro e ignorancia. Todos los días se aprende algo nuevo.
Uno de los "highlights"durante mi encierro, fue la visita de mis queridas amigas de oración, que me tiraron una cartita misteriosa por debajo de la puerta, para ofrecerme su apoyo y oración en mis tiempos de turbulencia; como no mencionar ese gesto tan conmovedor, además de que sé que se juntaron a rezar especialmente por mí, llevaré ese recuerdo siempre en mi corazón, amigas queridas...
También tengo que mencionar que mi dieta sigue siendo la misma, baja en yodo durante mi aislamiento, nada con sal, ni lácteos, pescados, mariscos ni huevos; todo acompañado cada vez que mi carcelera me deja la bandeja en un mesón alejado de donde yo me encuentro, de abundantes botellas de agua y unos vasitos de jugo de limón natural, para estimular mis glándulas salivales y prevenir que se me inflamen y tengan daño permanente (otro efecto de la yodoterapia). Para examinar ese efecto habrá que esperar, es raro pero pasa en algunos casos, hasta tres meses luego de terminada la terapia.
Terminados unos de los días más largos que recuerdo en mucho tiempo, es hora de irme y felizmente mis niveles de radiación son aceptables para irme a mi casa. El Dr. dice que 2.5 es recomendable pero hasta una lectura de 7 es aceptable, y la maquinita que lee los niveles me lee 2, otro de mis pequeños-grandes triunfos.
En mi casa tendré que seguir con algunas precauciones parecidas a las tomadas en mi aislamiento y mantenerme alejada de mujeres embarazadas y niños chicos, tomar distancia temporal de mi familia, no compartir mi dormitorio ni mi baño, comer en platos desechables por unos días y lavar mi ropa de manera separada por la contaminación, pero la felicidad de dejar la clínica es enorme, aunque sea para llegar sólo a dormir el día completo. También puedo retomar mi dieta normal, a pesar de que no tengo apetito y percibo que mi sentido del gusto está temporalmente muy debilitado.
Ya irán subiendo lentamente los niveles de hormona sintética cuando comience a tomar el Eutirox con regularidad.